La dificultad respiratoria o disnea afecta a cientos de millones de personas en el mundo, lo cual quiere decir que un porcentaje muy significativo de la población está expuesto a las consecuencias negativas que se derivan de ella. En los casos menos preocupantes, puede deberse a circunstancias puntuales relacionadas con patologías que no son respiratorias ni crónicas, el modo inadecuado de realizar ejercicio o la falta de oxígeno en el aire de lugares situados a mucha altitud.
Sin embargo, existen una serie de enfermedades respiratorias que, aparte de suponer una enorme carga para los sistemas sanitarios de la mayoría de países, se cuentan entre las causas de mortalidad más comunes a nivel global. Según datos del Foro de las Sociedades Respiratorias Internacionales, la más frecuente —sobre todo en niños— y conocida de todas ellas es el asma, una inflamación de las vías aéreas caracterizada por sibilancias, opresión torácica y tos. Le sigue a una cierta distancia la enfermedad pulmonar obstructiva crónica, más conocida por las siglas EPOC, consistente en un bloqueo de las vías respiratorias causado por enfisema o bronquitis.
Por su parte, las infecciones agudas del tracto respiratorio inferior debidas a agentes víricos, como la gripe, o bacterianos, como la tuberculosis, se hallan en el origen de muchas enfermedades respiratorias crónicas. Por último, hay que tener en cuenta que el número de personas con cáncer de pulmón, cuya frecuencia es comparable a su agresividad, aumenta cada año que pasa.
Existen, por otro lado, toda una serie de trastornos respiratorios cuyo impacto no ha sido debidamente cuantificado; aunque en principio resultan menos letales, provocan sintomatologías que van de lo simplemente molesto a lo relativamente grave. Entre ellos se hallan la hipertensión pulmonar o las enfermedades respiratorias de origen ocupacional, relacionadas con condiciones de trabajo que suponen la inhalación de partículas o sustancias más o menos tóxicas.
Mención aparte merecen los problemas respiratorios a la hora de dormir. En la apnea del sueño, por ejemplo, un trastorno que sufre aproximadamente un 3% de la población adulta, se producen indeseables interrupciones de la respiración a causa, en unos casos, del colapso o mal funcionamiento de las vías respiratorias y, en otros, de algún fallo en el sistema nervioso central, encargado de controlar esta importantísima función corporal.
Por otro lado, debe tenerse en cuenta que la insuficiencia cardíaca puede ser responsable no solo de problemas circulatorios, sino de disnea, con la consiguiente disminución de oxígeno en el torrente sanguíneo y, por tanto, en los diversos tejidos del organismo afectado, lo que se conoce como hipoxia.